Necesitamos costarricenses capaces
Se han dicho tantas cosas que de ellas quedan dos merecedoras de aprecio, relativas a un faltante del que clama el país: costarricenses honrados y capaces. Todos dirán lo soy, pero a la hora de la verdad carecen de coherencia entre el decir y el hacer. Un autor la llama unidad de vida. Esto es nuestro mayor faltante. Decimos tener esta coherencia, mas, a la hora de la verdad pocas personas la tienen. Muchos, creyendo tenerla, dirán: déjese de utopías, no le haga sentirse mal a la gente, ni le haga creer que no tienen coherencia entre el decir y el hacer.
Esas son personas que se dicen llamar defensores de la distopía, lo contrario de las utopías, que se creen defensoras de la realidad, pero que terminan escudándose en la posverdad, construida de engaños, ocurrencias, falsificaciones y mentiras, repetidas una y otra vez hasta “convertirlas” en verdad.
Esto no hubiera ocurrido si los recientes préstamos bancarios hubiesen estado en manos de costarricenses honrados y capaces. Esas anomalías suceden y se consolidan cuando la coherencia entre el decir y el hacer no corresponde a la verdad, sino a la posverdad.
O sea, al engaño y la mentira, casi siempre arropados en gratificaciones millonarias. Tal ocultamiento ha ensombrecido al país y creado toda una perversa mentalidad. ¿Cuándo tendremos en la política mujeres y hombres honrados y capaces? ¿Cuándo tendremos una verdadera rendición de cuentas y una mejor elección de diputado, un eficaz reglamento legislativo y unos ministros mejor pagados? Cuando el país cuente con estas mujeres y hombres.
Cuando la autosuficiencia desprecia la citada coherencia, aparece el aviso de que en esa persona autosuficiente no prima la categoría humana y apoya sus actos en la citada posverdad; es decir, sin artificios y mentiras.
Los préstamos bancarios millonarios de los últimos meses lo confirman. A su vez, se ve clara la necesidad de salir de esta encrucijada en que se encuentra Costa Rica, y la urgencia de nombrar costarricenses honrados y capaces.
Salir a votar el 1 de abril encierra una gran esperanza. Aumentar el abstensionismo no tiene sentido; es truncar una salida viable. Muchas cosas fundamentales están en juego, como el sistema democrático y su red de libertades, la paz social, el Estado de derecho, la vida de la iniciativa privada…semejante patrimonio cívico no subsiste por sí mismo, sino por la fuerza impresa de los ciudadanos.
Votar libremente es un privilegio nada despreciable. Por eso lo consagra el artículo 93 de la Constitución Política: “El sufragio es función cívica primordial y obligatoria”.
Hagamos patria, salgamos a votar.
Necesitamos costarricenses honrados y capaces.
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