No podemos postergar lo importante
Son varios años ya en que venimos escuchando sobre la baja calidad en nuestra educación y son varios años ya en que no salimos del apagón educativo. Las consecuencias saltan a la vista, pero al parecer nos gusta en Costa Rica postergar lo que es importante.
Hemos sido testigos de la pérdida de valores, la penetración de ideologías y hasta de acuerdos sin sentido en el pasado sobre materia educativa. Hay que decir que las brechas se siguen acrecentando, que la tecnología vino también a suponer otro desafío excluyendo una vez más a los que menos tienen y a las zonas más alejadas de nuestro país.
Deben redoblarse los esfuerzos por mejorar la infraestructura educativa, por integrar a los estudiantes que han sido excluidos de la inversión en tecnología y alcanzar, en consecuencia, a sus familias para que puedan tener un desarrollo conforme a las exigencias de hoy. Hay comunidades desconectadas por completo de internet y sin acceso a recursos y dispositivos que les permitan avanzar.
Más importante aún, es necesario formar en valores, pues estos han quedado de lado y debe ponerse a la persona en el centro de cualquier reforma educativa.
Los casos de “buillying” y acoso escolar, en general, de los cuales hemos sido testigos en las últimas semanas deben llamarnos la atención de que las cosas no caminan bien, ni en el campo educativo, ni en nuestra sociedad.
Cualquier manifestación de irrespeto a la vida debe avergonzarnos como nación y no puede pasarse por alto. Si no se defiende la dignidad de la persona, ¿a qué podemos aspirar? El principal y más importante derecho es la vida, de ahí se derivan todos los demás. No obstante, las manifestaciones de desprecio a la persona humana son cosa de todos los días. Y, lamentablemente, muchas de ellas se gestan en proyectos de ley.
Las autoridades deben centrarse en lo importante, todos los sectores también deben contribuir si queremos que nuestro país salga adelante. Urgen acuerdos políticos, sin ningún tipo de mezquindad, para que nuestra educación vuelva a brillar y se ponga a la altura de las exigencias de la actualidad.
La materia educativa es cosa seria. El rol de la familia es trascendental. Los educadores deben también ser incentivados y respetados, al tiempo que deben poner lo mejor de sí para ejercer esta vocación y profesión con verdadera mística en favor de los estudiantes y en defensa de su dignidad.
Como hemos reiterado en otras oportunidades, si no cultivamos en nuestros niños y jóvenes verdaderos valores y una educación integral, el futuro del país estará en riesgo.
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