Nos ha invadido el desamor
Para combatir el flagelo del desamor debemos cuidar el corazón y frenar día a día los vicios, que piden una libertad ilimitada que hace crecer su complacencia. Esto demanda una lucha constante, una guerra contra sí mismo. En otras palabras, cobra mayor importancia una vida nueva, porque conviene pensar en este cambio, que está en nuestras manos; al no hacerlo, cultivamos desalientos y depresiones. La vida del hombre es luchar, alejarse del pesimismo, mal contagioso de la humanidad que lleva al fracaso y a la desesperanza.
En nuestro caso particular, no echemos al olvido la triste realidad de tener un 20% o 22% de pobres, urgidos de mejorar vivienda, alimentación y oportunidades de trabajo. No podemos olvidarnos de estos hermanos. Se impone ser más humanos y patriotas. No basta jamás con dar un consejo, un saludo o un apretón de manos como hacen con frecuencia los políticos. El mundo necesita cosas buenas, hoy y mañana también. Igualmente, cada uno puede ser mejor. Ya lo decía el autor Jesús Urteaga, cuyo libro se titula “Siempre alegres para hacer felices a los demás”. Tal vez se trata de uno de los consejos más importantes de la vida.
Al mundo nuestro lo hemos llenado de desamor en vez de llenarlo de fraternidad universal; no de engaños, mentiras, falsedades, asaltos y crímenes, como lo son el abominable feminicidio, los robos, los secuestros y los constantes homicidios.
¿Dónde está la vida? Pues en quienes pretendemos vivir con conciencia moral y preocupados por combatir las referidas y vergonzantes realidades. Asimismo, debemos cuidar y proteger el planeta Tierra. Es decir, peces, árboles, flores, animales y plantas más creaciones artísticas, científicas y tecnológicas. Como hemos dicho, no permitamos que nos invadan el desamor y la indiferencia. Recordemos que el corazón está hecho para amar.
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