Nuestra democracia y los partidos políticos
El problema del país es eminentemente político. Para superar este y otros problemas Costa Rica debe de relegar la mediocridad y abrazar la excelencia, renovar los partidos y proponer.
Es fácilmente comprobable la ira popular que se siente y se vive; luego de años de corrupción de algunos y de compadrazgos de muchos, la población ha llegado al hartazgo pleno. La designación de candidatos tradicionales y las puertas giratorias que hacen que una persona sea hoy diputado, mañana alcalde, o ministro y luego candidato a la presidencia enfurece a los electores.
La reacción del pueblo es y ha sido contra los grupos que han sido beneficiados, contra las personas destacadas que han ejercido influencia o derivado poder y riqueza de la situación presente sin legitimidad.
El statu quo ha generado unas brechas de ingreso y de educación impresionantes. Nuestro modelo de sociedad paga pensiones sin cotización suficiente de diez millones para algunos y de ochenta mil colones para otros.
La situación presente ha generado desempleo, pobreza, miseria, insoportables colas de atención en la Caja Caja de Seguro Social, falta de vivienda popular y tramitología extenuante. Contra todo esto está votando el electorado. El elector rechaza a las figuras principales de los partidos tradicionales a las que les atribuye todo este deprimente panorama y desearía no verlas más en el poder, pero la renovación partidaria difícilmente se ha dado.
Los partidos políticos nacionales de siempre pareciera que no han entendido este fenómeno de los costarricenses de oponerse, de votar en contra y rechazar las estructuras del pasado. Muchos exaltan las soluciones de los personajes de ayer sin darse cuenta que fueron soluciones y respuestas coyunturales a una Costa Rica que ya no existe. Estos exaltados patriarcas en el imaginario popular son el origen de sus problemas, del estado grande, del gasto excesivo, del empleo público para dar trabajo a sus estructuras partidarias. El invocarlos es invocar lo que los electores no quieren.
Nadie sabe ni intuye para qué quieren los partidos el poder. No dicen qué esperan de Costa Rica, cómo la van a transformar, qué metas y qué rutas seguirán para alcanzarlas. Menos aún cuáles son sus soluciones a algunos de los problemas. ¿Entonces cómo elegirlos, para qué llevarlos al poder?
Más de lo mismo es estéril. Invocar el pasado que es lo que se cuestiona, censura y rechaza es un absurdo. El no definir problemas y soluciones es suicida. El seguir postulando personas del pasado e individuos con cuestionamientos le para el pelo a cualquiera. Argumentar soluciones del ayer para solventar problemas de hoy y de mañana carece de todo sentido.
Si no terminan de entenderlo y no cambian pondrán a Costa Rica en peligro.
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