¡Nuestra intercesora y mediadora Madre!
Para quienes somos creyentes y católicos, la fiesta de nuestra patrona, la Virgen de los Ángeles, como símbolo materno de la propia nacionalidad costarricense, enriquece, enaltece y complementa el desarrollo espiritual, personal y social de muchos habitantes de esta bendita tierra.
De ahí que cada vez que es celebrada esa figura tan amada como es la Virgen de los Ángeles por una gran cantidad de costarricenses católicos, y hasta de extranjeros; cada vez que observamos esos millones de pasos de amor que peregrinan hasta Cartago y cada vez que se escuchar a tanta gente manifestar sus relatos en relación con los milagros que a través de la intercesión de la Negrita, Dios les ha cumplido, se nos confirma la importancia de María como Madre en la espiritualidad del creyente, como modelo de esperanza, entrega total por espíritu de fe y servicio por la fuerza del amor.
Además, el modelo humano y la condición de discípula que nos ofrece el Nuevo Testamento sobre María nos muestra una mujer humilde, obediente, valiente, fuerte y con una evidente capacidad de comprensión, sensibilidad y de amor hacia su Hijo.
Por eso el hecho de que en días cercanos a la celebración del 2 de agosto millones de pasos de amor inicien la Romería, constituye una sorprendente y emotiva peregrinación de agradecimiento y amor hacia nuestra Madre del Cielo, a esa nuestra Bendita Patrona.
No obstante, se debe tener claro que la fe y el amor hacia la Reina del Cielo no se encuentra, exclusivamente, en una romería, aunque esta constituya una de las muestras populares más representativas de la fe.
Desde nuestras comunidades, desde nuestros hogares, desde nuestros corazones los cristianos católicos, podemos celebrar a nuestra Negrita con la certeza de que, a pesar de los problemas, ella abrigará con su amor cada rincón de esta tierra y hará flamear, en el corazón de quienes la habitamos, la esperanza, paz, sabiduría y el afecto que alberga su alma.
Por ello si la Virgen María, nuestra venerada Negrita, constituye, nuestra intercesora por excelencia y mediadora ante Jesús, es sumamente justo y propio de nuestra condición de hijos agradecidos que, diariamente, le correspondamos con un entrañable amor, tal y como su condición de Reina del Cielo y Patrona de Costa Rica lo merece.
Por eso cada 2 de agosto es una excelente ocasión para volver a hacer germinar, con mayor ímpetu, en el corazón de miles de costarricenses católicos, ese hermoso rezo de la Salve que versa “Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia…”, y unidos, en una sola voz y en un solo sentimiento, exclamar: ¡Bendita seas María!, ¡bendita Madre del Cielo!, ¡bienaventurada Reina de los Ángeles!…, te rogamos que no dejes de seguir intercediendo ante tu Hijo para que prodigue prosperidad para esta bendita tierra costarricense. ¡Así sea!
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