Orden, honradez y fortaleza
Se dice comúnmente así del orden: un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar; pero un experto en virtudes humanas, David Isaacs, lo expresa mejor: “se comporta de acuerdo con unas normas lógicas, necesarias para el logro de algún objetivo deseado y previsto, en la organización de las cosas, en la distribución del tiempo y en la realización de las actividades, con iniciativa propia sin que sea necesario recordárselo”. Son elementos para pensar, para poseer una conciencia crítica y una libertad responsable, en función de la alegría de vivir.
En cuanto a la honradez, todos la conocemos y es la menos común en algunos funcionarios públicos, casi siempre tentados de apropiarse lo ajeno, sea tiempo, bienes o dinero, directa o indirectamente. Cada quien tiene la manera de pensarlo y de decidirlo. Un filósofo afirma que con la palabra llamamos el mundo a la existencia. Sí, pero antes de llevar a su cabeza, el mundo ya existía, porque su existencia no es creada por el hombre: todo tiene un Creador.
Cosa distinta es decir yo me hice médico, ingeniero, físico o matemático. Mi propia creación se denomina ontológica, la del ser humano. Entre esta y la profesional existe un abismo. El mundo actual quiere desprenderse de la creación de mi propio ser y desligarse de un ente superior y así adoptar una autosuficiencia prepotente.
Por eso, el mundo, amparándose en la ciencia y la tecnología, se cree provisto de unas alas para volar solo. No quiere decirse, por ejemplo, que el beneficio del teléfono inteligente deba descartarse. Este teléfono, a su vez, une y separa. Sucede así con las otras redes sociales, las cuales, si no son bien administradas, tienden a descontrolar la sociedad. Con frecuencia, validas del anonimato, propalan falsedades.
Entre otras miserias humanas que combate el Ministerio Público, su titular, el fiscal general, ha enviado a la cárcel a algunos ciudadanos. Cuenten se entre ellos a los que sacaron de un banco público treinta mil millones de dólares, quienes añadieron a su solicitud engaños, subterfugios y mentiras.
Esto demuestra por qué nuestro sistema democrático y el régimen del Estado de derecho claman por la implantación del orden, la honradez y la fortaleza, entendida, como el ímpetu y la fuerza para emprender aquellas reformas necesarias para el desarrollo del país.
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