¿Queremos pertenecer a una “vida sin propósito”?

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¿Queremos pertenecer a una “vida sin propósito”?
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Es un hecho totalmente preocupante que, en los tiempos actuales, gran parte de los humanos esté asumiendo una férrea actitud de superficialidad, ligereza y monotonía ante la vida. Estos tipos de humanos, a quienes algunos expertos han llamado los humanos “light”, precisamente para relacionarlos con ese tipo de comida que es liviana y de bajo contenido calórico, son individuos quienes llevan una vida bastante pobre, es decir, una existencia donde la esencia de las acciones carece de todo interés, pues sólo lo superficial, transitorio, el poder inmediato y lo material, son tomados en cuenta.

Se tiene así, entonces, un humano vacío, materialista, muy vulnerable, sin ideales ni compromisos, en quien existe un cansancio por vivir por la falta de una proyección social personal coherente y constante. Estos humanos plasman su existencia en una sociedad triste, sin ilusión, distraída por cuestiones insustanciales. Son personas consumistas por excelencia: hacen para tener; tienen para consumir más; consumen más para aparentar una mejor imagen y disponen de una mejor imagen para hacer más.

La idea es, en este tipo de actitud trivial, pasarla bien -como se diría en nuestro país pasarla “pura vida”-, y consumir todo, pero sin esfuerzos, luchas, responsabilidades o compromisos, aunque ello sea a costa del detrimento de los propios valores humanos. Sin duda, tal posición es muy lamentable, pues hoy no se genera un franco debate sobre cuestiones que son relevantes social e individualmente, como el valor de la familia, el sentido de una sana democracia, la óptima educación, la protección de nuestros niños, el respeto real a los adultos mayores o la necesidad de desarrollar un pensamiento más crítico en la población.

¿Cuál debería ser, entonces, nuestra actitud frente a esta problemática que genera, diariamente, seres más vacíos moral, cultural, emocional e intelectualmente?…

Considero que, a toda costa, se debe hacer un esfuerzo por alejarse de esta “vida liviana”, esta existencia superficial, mediante la recuperación un auténtico sentido de respeto y honra tanto hacia nuestra sociedad como hacia nuestra vida personal; el desarrollo de las capacidades emocionales e intelectuales y un estado permanente de reencuentro con el humanismo. Ello significa volver a sustentar nuestra vida en el compromiso, la sensatez, la esperanza, el entusiasmo, la justicia, la ética y la dignidad.

Por lo tanto, si no queremos pertenecer a esa “vida sin propósito” donde solo reina la indiferencia, lo insustancial, la mediocridad y la conformidad, debemos tomar muy en cuenta aquellas palabras que, muy sabiamente, predicaba el gran líder espiritual hindú Mahatma Gandhi: “Es con solidaridad humana, empatía, tesón y compromiso, no con lo banal, que se debe nutrir nuestra vida, y la del propio pueblo que nos vio nacer”.

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