Reflexión del niño y los clavos

Esta es la historia de un niño que tenía muy mal carácter, todo le molestaba y nunca dejaba ver su sonrisa. Un día su padre preocupado, le llamó y le dijo.

“Toma esta bolsa con clavos y cada vez que algo o alguien te moleste o te enfade, clava uno de estos clavitos en la cerca que está allá, al final del jardín.

El primer día el niño clavó treinta y siete clavitos, al darse cuenta se sorprendió y hasta sintió un poco de vergüenza por ser tan gruñón.

El segundo día fueron 28, y el siguiente 22 y así la tarea se fue convirtiendo en un reto, tenía que pegar la menor cantidad de clavos. ¿Podría llegar el día en que no pegara ninguno? Esa se había convertido en su meta.

Y llegó ese momento! El niño había logrado controlarse, ser más tolerante y comprensivo y corrió a contárselo a su padre.

“Muy bien, te felicito, hijito, has logrado algo muy importante, pero aún no acaba esta tarea. Ahora debés sacar un clavo por día de todos esos que has pegado cuando has dejado que tu impaciencia y tu mal humor te dominen”-

Así lo hizo, cada día que no perdía la paciencia el niño sacaba un clavo y si se molestaba debía clavar uno, el juego se había convertido en una tarea dura, pero muy interesante para el pequeño.

Y llegó ese maravilloso día ¡¡¡ Ni un clavo en la cerca!!! El niño corrió a más no poder a llamar a su padre, lo tomó de las manos y se lo llevó corriendo hasta esa cerca, sin un solo clavo, pero llena de las señales que dejaron esos clavitos.

“Muy bien hijo, lo has conseguido, te felicito, ahora mira como ha quedado la cerca, llena de huecos que no se podrán reparar, lo mismo sucede con las personas. Cuando discutes con ellas y las hieres, vas dejando huequitos e ellas, muchos de ellos nunca se pueden reparar, quedan ahí para siempre, por eso es importante no lastimar a los demás, ser comprensivo, tolerante, saber decir las cosas y sobre todo amar a nuestros semejante”

El niño abrazó a su padre por haberle enseñado la lección más valiosa que pudo aprender en la vida.

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