Reflexión para creyentes: Aspiremos siempre a lo mejor
Estamos marcados para aspirar y hacer siempre lo mejor. Por tanto, no nos quedemos a medio camino, mirando apenas a quienes sí se empeñan en alcanzar lo mejor. Esto se logra a base de un esfuerzo constante, de una lucha permanente contra el abandono, dispuestos a matarnos la alegría de vivir.
La existencia, pues, nos pide marcar el paso, seguir en el camino, sin abandonar el rumbo. Aquí se hace necesario aceptarnos como personas únicas e irrepetibles. El Creador no crea personas reemplazantes unas de otras. Debemos esto llevarlo en el corazón. Además, somos sus hijos, Él nos creó.
¿Qué es cuanto Él quiere? Llenarnos de luz y de esperanza; el mundo actual, no pocas veces, se ha extraviado en algunos asuntos. Si nos ha dado el mundo como heredad, no podemos hacernos los sordos e ignorar la consiguiente responsabilidad. Es urgente tomarse en serio esta responsabilidad. No busquemos escapismos, ni tengamos miedo de asumir obligaciones, sobre todo si las mismas llevan a construir un mundo de justicia, fraternidad, servicio y paz.
La heredad puesta en nuestras manos es para asumirla, no para mirarla y nada más. Esta heredad dada es para enriquecerla y trabajar en ella, hoy y mañana, mujeres y hombres. Debemos ostentar el orgullo de partir de este mundo con las manos llenas, no vacías.
Por tanto, no dejemos para mañana cuanto podemos hacer hoy. La luz puesta en nuestras manos debe alumbrar a todos los de la casa y a quienes nos rodean, no es para apagarla. Este es un mandato del cielo. Caminemos seguros de llegar a buen puerto.
Recordemos la necesidad de aceptarnos como personas venidas al mundo para servir, a transmitir optimismo, alegría y felicidad. La convivencia pide estar marcada por el amor y el respeto llevan a la paz, y a la aceptación mutua.
Valoremos aquellos valores-guía inspirados por nuestros padres, abuelos, parientes y amigos. Muchas veces estos valores-guía nos libran de muchos males existenciales y nos llevan a exaltar lo mejor de la persona humana.
Para los creyentes, la vida es consultar al Señor siempre y apoyarnos en sus consejos. Lo mejor es aspirar siempre en la vida a vivir junto al Creador. No rechacemos la luz de sentirnos protegidos por Él.
Por último, tengamos presente que seremos juzgados sobre “lo bueno y lo malo hecho en la vida”, mejor dicho por “el amor y desamor” que hemos manifestado a otros a través de nuestra vida.
El final, en conclusión, será el premio de la vida eterna, reservada a todos los mortales cuyos actos de amor han sido la constante.
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