Revivamos al seco árbol patrio, antes que se haga leña

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Panorama Digital
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Revivamos al seco árbol patrio, antes que se haga leña
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Hay una patria que está moribunda, agonizante y suplicante esperando que aparezcan sus hijos. Todos los que somos residentes de esta tierra bendita que Dios nos ha prestado, tenemos una responsabilidad suprema que es cuidar el país para las futuras generaciones. Esto va más allá de berrear ante la peor crisis de seguridad de nuestra historia, con una evidente incapacidad y pobre desempeño de la clase política.

Cada día nos sorprendemos con las escenas de violencia que han teñido de sangre nuestras calles, barrios y hogares y hasta, para nuestro asombro, algunos salones de clase. El conteo de asesinados, heridos, asaltos y robos no para y es el pueblo costarricense quien aporta las víctimas.

Esta situación no admite discursos, pretextos o excusas. Y lo peor es ver la violencia política entre autoridades uno echándoles la culpa a los demás, mientras las madres y padres lloran la pérdida de sus hijos, nietos, hermanos y amigos. Hoy debemos pedirle perdón, como sociedad, a nuestros niños por la falta de decisiones para resolver un problema que nos afecta a todos. Y esto va desde los infames actos de corrupción que se dan un día sí y al otro también, hasta el evidente fracaso de las políticas públicas que han hecho de nuestro país una sociedad cada vez más desigual, donde la pobreza campea en las costas, en las mujeres y en la niñez. Definitivamente, nos han robado la paz y tenemos una guerra en las calles ¡Costa Rica no merece tal desgracia!   

La solución para revivir a nuestro árbol seco, antes que sea leña, pasa por enfocarnos en las familias, la raíz de la sociedad. Retomemos como padres nuestro rol de educadores, responsables por nuestros hijos, valorando el consejo de nuestros adultos mayores y retomando nuestra visión de Dios como eje de la práctica de hacer el bien al prójimo, donde el respeto mutuo cobije nuestras relaciones interpersonales. Desde los hogares fomentemos la paz y cuidémosla. Nosotros como costarricenses, debemos predicar con el buen ejemplo y que nuestros hijos aprendan el valor del trabajo honesto de sol a sol. Continuar con una profunda reforma educativa donde el docente vuelva a tener su espacio como educador, quitar burocracia y enseñar a los niños a ser buenos ciudadanos.   

Sobre la seguridad toca a los supremos poderes un diálogo con la sociedad, sin prepotencia, con honestidad, franqueza y, que incluya, la sanción inmediata de los responsables políticos de este desastre, sin privilegios, para que demuestre que a la función pública se llega a servir y no a servirse. Es hora de que nuestro pueblo valiente y viril pierda el miedo, dando pie al renacer de una sociedad mejor

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