¡Rompieron los nortes!

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¡Rompieron los nortes!
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Las mañanas amanecen particularmente ventosas, desde el norte del continente llegan las frías ventiscas precursoras del verano, el ambiente muda el semblante húmedo del invierno, la navidad asoma en el horizonte.

En el aire se siente el soplido de la esperanza, por primera vez en el año aumenta el empleo estacional, los comercios abren espacios para el sustento de quienes no tuvieron suerte de conseguir trabajo, las monedas de más avivan los negocios, signos no siempre entendidos por los gobernantes de turno, los dueños de capital, si se democratiza la tenencia del dinero, es un ganar ganar, egoísmo, angurria, pésimos consejeros.

Durante décadas Costa Rica se sustentó en una vigorosa clase media, ahora la masa del pastel se queda mucha en manos de los menos, menos en manos de los muchos.

Tiempos de reflexión, quisiéramos apostar a la esperanza, en el obligado paréntesis de la transición de un año al otro, la sensatez será hermoso regalo a la alicaída patria, altitud de miras, manos siguiendo al unísono las voces para reparar los derruidos puentes.

La humildad del pesebre donde nació el Dios Niño, la obligada estrella en el firmamento, la soberbia mullida alfombra debiera ir al cajón de la basura, la arrogancia mirándose al espejo mientras corre las manecillas del reloj para contemplarse en huesuda calavera, los pies, un día descalzos, lastimándose en las piedras de la necesidad del prójimo, las penurias olvidadas de los ancestros.

A los lejos en la fusión de la llovizna con el sol, el arco iris emerge de las montañas, soñar tiempos de esperanza, solidaridad fraterna, hermandad, no cuesta nada, como en la lejana infancia se esperaba la respuesta a la ilusa carta al Dios Niño, en los tiempos postreros de la vida, la vieja ilusión es tímida luz en el débil hilo de los más hondos anhelos.

El 2024 puede marcar el antes, el después, el dialogo la pócima mágica para el entendimiento, la negociación, no para torcer brazos, simplemente para avivar conciencias, para alcanzar los frágiles dedos del entendimiento.

Los ochenta y cuatro cantones se aprestan a reafirmar o refrescar liderazgos, las urnas, nunca más las armas para imponer capataces y tiranos.

A diferencia de otros sitios en el globo terráqueo, en la diminuta Costa Rica, en el cinturón estrecho del continente americano, están definidas claramente dos estaciones, el invierno y el verano, en el hastío de una, anhelamos le llegada de la otra.

La longeva democracia es el timón para el cambio de curso cuando se sienten estrujadas las necesidades cotidianas.

Los ticos aguardamos la presencia ante las urnas, la fe puesta en el viento fresco de reverdecidos liderazgos

¡Rompieron los nortes!

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