Seamos útiles
Si nos apegamos demasiado al mundo material, el exterior, corremos el peligro de despegarnos del mundo invisible, el cual tendemos a considerar como inexistente. No es así: es tan real como el externo, ese mundo de todos los días. Hemos sido creados para compartir el mismo destino de hermanos unidos y serviciales, no para encerrarse en sí mismo y fomentar los egoísmos, que matan la generosidad y la solidaridad sino para ser útiles y serviciales a los demás.
Así como algunos, si tienen espíritu de servicio y lo emplean en muchas maneras, de la misma forma debemos servir a nuestros semejantes, estén donde estén. Hemos nacido para servir, no para ser servidos.
No lo dudemos: no nacimos para subir por encima de los demás. No cerremos las puertas a nadie. Servir es servir. Servir es como una segunda naturaleza de la familia humana. Por ejemplo, detrás de una simple botella de leche existe toda una cadena de servidores.
Finalmente, lo bueno de la vida no está lejos de alcanzar cuando se lucha. Nunca permitamos que la falta de ánimo destruya las buenas intenciones. Quitémonos el miedo de vivir. No hemos nacido para perder batallas, sino para insistir en ganarlas. No hay por qué llenarse de cobardías y desánimos.
La vida es para vivirla; es como un tesoro que nadie tira a la basura. Volvamos a llenar el corazón de buenos propósitos; nunca es tarde. ¡Ánimo!, no estamos solos ni somos hijos del pesimismo o la nada. Es mucho lo que nos espera más allá de ser útiles; siempre lo seremos. Pero tengamos presente que a todos nos espera, y para siempre, un mundo superior, donde viviremos eternamente.
Debemos luchar por esta nueva realidad, que es un hondo sentimiento humano. Se trata de alcanzar la suprema verdad que nos espera. Hagamos de nuestra existencia un anticipo de la vida eterna. Esto implica aprovechar lo poco que nuestro tiempo dura.
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