Semana Santa: misterio que transforma la vida

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Semana Santa: misterio que transforma la vida
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“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna”, Juan 3,16. Estas palabras del Evangelio expresan el corazón del misterio que conmemoran millones de cristianos en todo el mundo durante la Semana Santa: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Para los creyentes, este es el momento central de la fe. No se trata simplemente de una tradición o una simple festividad, sino de una vivencia espiritual profunda que invita a la reflexión personal y comunitaria. La Semana Santa merece ser comprendida y respetada, aún por quienes no comparten la misma fe.

Las procesiones, celebraciones litúrgicas y signos propios de estos días forman parte del patrimonio espiritual y cultural de nuestros pueblos. Son expresión viva de una búsqueda de sentido, de consuelo, de amor que se entrega, y de esperanza que renace. Allí donde hay una fe sincera, también hay un llamado a la transformación personal y al bien común.

Desde la mirada creyente, la cruz de Cristo no es símbolo de derrota, sino de redención; no es solo un recuerdo de sufrimiento, sino una promesa de vida nueva. Es precisamente este mensaje el que inspira a tantos hombres y mujeres a renovar su compromiso con el prójimo, con la justicia y con la paz.

En una sociedad marcada por divisiones, violencia y pérdida de sentido, la Semana Santa propone un tiempo de encuentro, perdón y reflexión. No es desde la imposición, sino desde el testimonio de un amor que se entrega sin condiciones. Es un tiempo que nos interpela a todos, más allá de nuestras creencias particulares.

Esta celebración religiosa, vivida con autenticidad y profundidad, puede ayudar a reconstruir puentes en medio de una sociedad dividida y azotada por la violencia. Nos invita a mirar al otro con más compasión, a revisar nuestras decisiones y a recuperar el valor de la interioridad, tan necesario en estos tiempos de ruido y superficialidad.

En Costa Rica estamos llamados a proteger estos espacios de expresión espiritual y a valorar la riqueza de nuestras tradiciones. El respeto hacia quienes viven con fervor estos días santos es también un signo de madurez democrática y de convivencia pacífica.

Como obispo de la Iglesia Católica, hago un llamado a vivir esta Semana Santa no como un mero espacio de descanso o una simple pausa, sino como una oportunidad para ser mejores personas. Que cada gesto de fe, cada acto de reconciliación, cada oración o silencio, contribuya a edificar una sociedad más justa, fraterna y en paz.

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