Solo hay dos fuerzas que sacuden y mueven este mundo: El miedo y el amor
Cuando tenemos miedo estamos contristados, nos sentimos limitados, solos, oprimidos y no vemos más allá de nuestras narices; maldecimos y culpamos a los otros de nuestras desgracias o de nuestra debilidad y reaccionamos desde el cerebro primitivo huyendo, autocastigándonos, o lo que es peor, agrediendo a otros.
Estar motivados, alegres, conectados, esperanzados, empáticos o enamorados es experimentar diferentes formas de amor. Cuando sentimos amor la tendencia es a cuidar, a proteger, a apoyar el desarrollo y el crecimiento de lo que amamos. Cuando sentimos miedo el impulso es más bien destructivo o negativo.
El amor y el miedo son la forma en que nuestro organismo está equipado para responder a la vida y defendernos de las amenazas del entorno. Cuando se utilizan adecuadamente van a contribuir a la protección o al crecimiento de la vida en general o de algún forma particular de vida, ya sea esta una persona, o un grupo de personas, o sea una especie de la flora o la fauna.
Seamos creyentes o no, la mayoría de las personas nos emocionamos hasta las lágrimas de la felicidad, la ternura y el asombro cuando nos nace un hijo o un nieto. Esa respuesta humana al milagro de la vida pone en evidencia sin duda la esencia amorosa de la cual estamos hechos. También podríamos derivar de estas premisas que la vida en sí misma es una expresión infinita de amor, sin entrar en temas teologales puede entenderse solo así: Como una expresión inmensa de amor.
El amor y el miedo son fuerzas, son energía y son emociones, que dependiendo del grado de intensidad, nos impulsa a la acción o a la omisión. El uso certero de esta cualidad de nuestro ser, está condicionado principalmente por la historia personal, al punto de que, una gran cantidad de personas tienen bloqueada su capacidad de crecer y de vivir desde el amor; entendiendo por crecer la apertura a la posibilidad de ver las cosas desde otro ángulo, considerar colocarse frente a su malestar desde una posición más empática, esperanzadora y constructiva y optar por revisar alternativas más saludables con más cuidado.
La experiencia del amor tiene que ver primero con uno mismo. Con el autoconocimiento, la autoestima, los valores y principios que elegimos para administrar nuestro mundo personal y el círculo inmediato de quienes nos rodean.
La humanidad vive batallando entre la paz y la guerra, una paz mal entendida y una guerra cuyos horrores toman generaciones en subsanarse. La propuesta en estos tiempos modernos, es elegir entre el amor y el miedo. Es una elección personal que nos conviene tomar para determinar la clase de vida que queremos tener y la que queremos para los que amamos.
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