Tres expresiones costarricenses
Algunas palabras, muchas veces, crean una realidad ficticia, engañosa. Cuando es así, ciertas personas llaman lo creado posverdad para actuar furtivamente, a la sombra. No hay nada después de la verdad. Lo verdadero lo hemos conocido este año con los préstamos bancarios, cifrados en millones de dólares destinados a la compra de cemento chino. También existe otra expresión, pero más común; con ella se abandona el sentido de previsión y la paciencia. Esa expresión es me la juego.
Una sola palabra, posverdad, desempolvó otra: impunidad, que logró abrir puertas bancarias y depositar en pocas manos la compra del cemento chino, que el pueblo llamó “el cementazo”. Impunidad cobra vigencia, sienta responsabilidades y siembra puntos de luz en el camino. Aunque haya cuantiosas pérdidas, triunfa la verdad, no las maniobras y mentiras.
En cuanto a la expresión me la juego, todos conocemos sus consecuencias: muertes en carreteras por causa del exceso de velocidad, principalmente de motociclistas. El me la juego, además, origina una consecuencia grave: por causa de la repetición y el paso del tiempo se incorpora a la memoria colectiva del costarricense como una forma de ser.
Para expulsar esa mala costumbre, primero sería sacarse de la mente esta palabra y hacer bien las cosas desde el principio, sin saltarse etapas, salvo el caso de presentarse una emergencia; pero tampoco esta emergencia extraordinaria no podemos convertirla en lo común; tal generalización es una mala costumbre del costarricense. Es como decir que todos los políticos roban porque algunos de ellos lo hacen; así se falsea la realidad y se propala una mentira.
Al instaurar la mencionada generalización se va perdiendo la confianza en quienes sí tienen rectitud moral y dignidad. Los que se apegan a esa generalización terminan sustentando sus opiniones y puntos de vista en ocurrencias y fantasías. Así denigran su propia inteligencia y credibilidad.
Por eso se impone ser personas amigas de la verdad, no de la fantasía. Solo así seremos mujeres y hombres capaces de mejorar la convivencia humana. No seamos simples habitantes. Vale más conocerse a sí mismo y saber que, como expresa un autor, tiene más quien necesita menos.
Otra expresión es pura vida. Volvamos a nosotros mismos y concedamos más valor a esta palabra, que no sea un simple saludo, sino algo más profundo: dar el pura vida impregnado del deseo de que la otra persona descubra y haga suyo el tesoro de la vida. Esto conlleva dar el saludo con más fuerza, con más ganas: que sea una forma de sembrar una semilla de comprensión, unión y alegría, de fraternidad, amor y solidaridad, de libertad y paz social.
En nuestro actuar, sepamos medir las mencionadas expresiones.
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