Un año más se presenta la celebración de la Semana Santa

Pareciera ser un círculo, donde año tras año se llega al mismo punto, mas no es así, para quienes creemos en la pasión y muerte de Jesús Cristo hijo de Dios, lejos de ser un círculo en la vida de los cristianos, el acontecimiento representa un espiral en expansión.
Conmemorar la muerte y pasión de Jesús de Nazaret, más bien es crecer en la fe, alimentar la esperanza de que el sacrificio de Jesús no fue en vano, su sangre bendita se encarga de lavar los pecados de quienes depositan la confianza en Dios y su hijo Jesús, hay que tener presente que no es un simple círculo.
El crecimiento espiritual es como aquella semilla de mostaza minúscula, insignificante, historia que Jesús contó para explicar el Reino de Dios, aunque es la semilla más pequeña se convierte en un árbol muy grande, en sus ramas anidan los pájaros del cielo, el crecimiento espiritual se nutre con la fe y los buenos frutos.
La Semana Santa nos llama a tener una mirada cristiana de la realidad que se vive, una mirada de honestidad y respeto al prójimo, una mirada de compasión y solidaridad a quien más necesita, una mirada mística de servicio desinteresado, y recordar la parábola del buen samaritano que nos demuestra que el amor es acción.
Jesús dijo: Yo estoy entre vosotros como el que sirve, traten a los demás como te gustaría que te traten, ésta la regla de oro, que cuando se aplica somos felices y ayudamos a que otros también lo sean. A lo largo del ministerio terrenal Jesús mostró el amor que tenía por los demás, cuando bendecía y ayudaba a los pobres.
Jesús de Nazaret vino a enseñar el amor de Dios y dijo, este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Este viernes Santo nos llama a reflexionar en lo grandioso que es la víctima de reconciliación, un Jesús que no vino a castigar, vino a perdonar y lavar con su sangre los pecados de la humanidad.
La sociedad se hunde en el egoísmo, el irrespeto a la dignidad y a la vida humana, la inseguridad y la violencia contamina el tejido social, los antivalores se adueñan de las conciencias, el temor alimenta la incertidumbre y la desesperanza, porque han querido hacer a un lado a Dios, se afirma que lo que sucede es falta de Dios.
La muerte y resurrección de Jesús Cristo en esta Semana Mayor, nos demuestra lo trascendental de poner en práctica sus enseñanzas de amor, perdón, respeto y servicio, para construir una sociedad equilibrada, justa, solidaria y la tan anhelada paz, que estos días de meditación, recogimiento y vacaciones, renueven la fe.
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