Un país al que se le está agotando la paciencia…
“Todo está permitido, pero no todo me conviene. Todo está permitido, pero no todo me hace bien. Que cada uno piense no en sí, sino en los demás.” Es posible que a San Pablo quisieron, como a nosotros, verle la cara y por eso ha sido así de contundente.
En estas semanas hemos visto como nos han visto la cara en este triste escándalo que lleva más de tres días. Algunos se han solapado entre sus puestos para hacer cosas que posiblemente les están permitidas pero que se ven muy mal. Salir de compras a países vecinos y aducir casualidad o excusarse en artículos y fallos constitucionales para no rendir cuentas, son probablemente actos legales pero muy poco decentes y nada elegantes.
Pareciera que algunos, haciendo uso de su poder de influencia, han sido hábiles usurpado el principio de legalidad, pero cuidándose de que les sea permitido hacerlo. Pareciera que han usado todos los subterfugios posibles, se han llenado sus bocas en comparecencias circenses, han sido espléndidos en excusas artificiosas y se han burlado en las narices de un pueblo que los ha puesto, a muchos de ellos, o que puso en el pasado en puestos superiores a otros, para que repartieran la piñata en forma de puestos de alta dirección en instituciones clave, que hoy han sido mancilladas por la prepotencia y la vulgaridad.
Han sido estas semanas generosas en expresiones de descaro y cinismo. Primero, la repugnante amnesia de un muchachito engreído, cuyos tentáculos de poder le hacen a uno cuestionarse quién o quiénes son sus padrinos o de quién o quiénes será solo un testaferro. La desfachatez con la que un funcionario de altísimo nivel casi justifica la existencia de sociedades de papel y la presencia irrespetuosa de otro, que ante las preguntas que se le formulan, se atreve a burlarse sin ninguna pena, sin ningún respeto, sin la mínima congoja y con la prepotencia propia en gestión de cobro.
El principio de legalidad que debe preservarse en un estado de derecho, no puede seguir siendo objeto de manoseos infames. No puede ser que un grupo de vivillos, acostumbrados a discursos de demagogia de la más barata, sigan anunciando mano dura desde sus candidaturas, mientras gestan alianzas estratégicas con los usurpadores de la ética con legalidad.
San Pablo ha sido contundente. Aunque todo me sea permitido, no todo me hace bien. Aunque por años, muchos de estos nos han conmovido con discursos cargados de demagogia y falsa preocupación por este país al que desangran; necesitamos que, con contundencia, la ética se imponga sobre leguleyadas creadas para disimular delitos.
Todo les puede estar permitido, excepto que nos sigan viendo la cara de tontos. No se engañen vivillos, este es un país al que se le está agotando la paciencia…
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