Una convivencia solidariamente humanizados
El pasado 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, donde se recordó que, en 1857, en Nueva York, un grupo de obreras textiles murió a manos de la policía por defender sus derechos laborales al demandar un salario decoroso y la reducción de su jornada de dieciséis a diez horas, y que igual suerte corrieron 19 trabajadoras de la Fábrica Cotton de Nueva York en1909, al morir quemadas vivas por buscar un trato laboral justo.
Tales masacres fueron los móviles para que, en 1910, por iniciativa de la líder feminista alemana Clara Setkin, y en memoria de las trabajadoras muertas, se proclamara el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, precisamente como una manera de inculcar una lúcida toma de conciencia sobre el derecho que tiene el sector femenino de ocupar realmente el lugar que como humanas les corresponde dentro de la sociedad.
Ciertamente al establecer una lectura comparativa de la realidad actual con la vivida años atrás, se ha logrado bastante a favor de la efectiva reivindicación femenina, en gran medida gracias a que la Década de la Mujer de las Naciones Unidas evidenció con mayor vehemencia la situación real de la mujer en el mundo al forzar a las organizaciones nacionales e internacionales a enfocarse en el necesario cambio de posición social para el ámbito femenino.
No obstante, lastimosamente, todavía en muchos aspectos como en el laboral, penal, educativo, técnico-profesional o intrafamiliar, sigue existiendo una falta de desconocimiento o desidia por parte de la sociedad en cuanto a la dignificación y valía femeninas.
Por eso es mucho lo que todavía queda por hacer para, por ejemplo, erradicar los privilegios laborales por género; prevenir tenazmente la violencia doméstica; consolidar una equitativa representación femenina en puestos de elección popular; aplicar con mayor rigor las leyes que resguardan la calidad de vida de las mujeres o mermar ese ambiente de opresión que muchas aún continúan viviendo que las relega a espacios plagados de violencia, discriminación, dificultades y frustraciones, de manera que se logre una positiva convivencia entre mujeres y hombres, para que juntos, solidariamente humanizados, podamos cimentar una sociedad más justa e igualitaria.
De esta manera se proyectará, con mayor lucidez, la conmemoración de cada 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, y más allá de esta fecha, como una manera de hacer de la tolerancia, el respeto a las diferencias, la fraternidad, el diálogo y la justicia, los valores que guíen la presente y futura convivencia entre mujeres y hombres porque, en definitiva, es la concertación de géneros la única ruta por seguir para poder trabajar hermanados en la búsqueda de una sociedad a la altura de nuestra naturaleza de humanos.
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