¡Unas empanadas de diésel por favor!
De algo estoy seguro, ni usted, ni yo comemos hidrocarburos y sus derivados, pero no podemos prescindir de los agricultores, hombres y mujeres del campo, sin campesinos no hay comida.
Este comentario va dedicado a esas personas a quienes casi todos los domingos visito en la feria del agricultor, Omar, Adriana, Rosemary, Edgar, Franklin, César, Francisco, Leonel, Raúl, Esterley, vienen de diferentes lugares en procura de mejor precio.
Abrir el puesto no es tarea sencilla, la carga, como le denominan a los productos que pondrán a disposición, debe quedar lista con antelación, así llega fresca al consumidor, madrugar más de lo normal, al menos dos días a la semana, esos cuando mucha gente se dedica al descanso, a pasear en familia o simplemente quedarse un rato más en la cama.
El vehículo puede ser propio o alquilado, debe proveerse de combustible cada día más caro, igual repuestos, mantenimiento, todo para el encendido del automotor, emprender el viaje después de la medianoche, mientras llega el alba preparar el puesto, disponer los productos al alcance de los potenciales compradores, en ese intermedio se comparte café y tertulia con los compañeros de labores.
Algunos reconocen la inminencia de no abrir más el chinamo, el trabajo es demasiado, la ganancia poca, la crisis mundial generada por la escasez de contenedores para el traslado de materias primas, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, el impuesto a los bienes muebles, el incremento desmedido en los insumos, herramientas, herbicidas, los efectos de la pandemia, todo supone un camino cuesta arriba, como esas empinadas pendientes para poner verduras, frutas, legumbres en las veredas donde se recogen.
Omar Melda, agricultor de San Antonio de Escazú, lo resume en esta patética realidad, tengo 37 años de venir a la feria, recordemos, las ferias del agricultor dieron sus primeros pasos durante la administración de Rodrigo Carazo Odio, mi familia me acompañó siempre; ya al menos a la feria de Hatillo no vuelvo, los cultivos no dan, el abono pasó de 13.000 colones a 44.000.
Para algunos es muy fácil decirnos vayamos a hacer otra cosa, a los paperos, cebolleros, tomateros, chileros, no es fácil, esto es lo que sabemos hacer, igual que nuestros padres y abuelos.
En las ferias del agricultor todo es más barato, la mitad del precio de otros expendios, aún así, mucha gente regatea los precios.
La seguridad alimentaria de los ticos está en grave riesgo, tanto hombres como mujeres del campo se sienten abandonados, a lo mejor, en tantos adelantos de la humanidad, alguien ya descubrió, que nos podemos sentar con un vaso de petróleo o unas empanadas de diésel a saborear la merienda de hidrocarburos.
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